Emaús y las migraciones

Por Mila Arratibel, responsable del Centro de Uba, Donostia

Desde el origen del ser humano se han venido produciendo importantes movimientos migratorios, que siempre han buscado lo mismo: una vida mejor. Por tanto, la migración es una característica propia del mundo. Hoy, seguramente por el reparto desigual de la riqueza en los diferentes países…es un tema más que vigente. Lo que está claro es que emigrar es un derecho y supone una gran oportunidad para continuar creando un planeta más próspero y más humano.

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A pesar de ello, la visión negativa de la inmigración lleva implícitos numerosos prejuicios, causados casi siempre por la ignorancia y el desconocimiento, y no nos permite avanzar. No debemos olvidar que nuestra historia es la de un país emigrante. Ahora, la península se ha transformado en un país receptor de población extranjera, pero durante décadas se situó detrás de los países desarrollados y fue uno de los principales emisores de población. Lo fuimos antaño y volvemos a serlo ahora. En nuestro caso, reconocemos la influencia de numerosos pueblos que nos han hecho ser lo que somos: iberos, celtas, griegos, romanos, árabes… Desde el principio nos ha caracterizado el mestizaje y los préstamos culturales. Por lo tanto, nuestra identidad es múltiple y multicultural. La diversidad es característica de la identidad nacional y es anterior a la llegada hoy en día de las personas inmigrantes. Lo que hace la inmigración es potenciar esa diversidad y nuestra riqueza.

Si revisamos las razones, ¿por qué migra la gente? Además de los motivos económicos puede haber otro tipo de motivaciones como las de tipo político (el refugio político ha constituido y sigue constituyendo hoy en día una de las principales causas de desplazamiento y migración para millones de personas), social (el acceso a mejores condiciones de educación, salud, igualdad entre hombres y mujeres, etc.), de búsqueda de libertad personal, de reunión con la familia, o incluso tan personales como la huida de una situación incómoda, el deseo de triunfar y realizarse como persona, o el traslado a otro país para vivir con su pareja. Por ejemplo, la delicada situación económica que atraviesa nuestro país en la actualidad y las perspectivas de futuro tan negras que tenemos delante de nosotros están siendo el detonante de un nuevo movimiento migratorio de compatriotas hacia otros países en busca de una oportunidad laboral o de vida que se les niega en su país de origen.

La realidad pone de relieve las semejanzas entre el pasado y el presente en relación al reconocimiento de la contribución de los inmigrantes, pero para ello, lo inicial y fundamental es reconocer y garantizar el derecho de toda persona a migrar, sean los que sean los motivos que les llevan a tomar esta decisión. No hay que olvidar que el derecho a migrar está recogido en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país” Creo que ante el fenómeno de la inmigración y los problemas derivados de la diversidad cultural hay que apostar decididamente por la inclusión; es decir entender que el que viene no puede despojarse del traje de su cultura y adoptar el traje de la cultura de acogida. La integración supone mezcla, y eso implica renunciar a los prejuicios del ‘nosotr*s  l*s superiores’ y ‘vosotr*s  l*s inferiores’. El tiempo hace que de dos culturas que se juntan y saben convivir florezca otra distinta, pero más rica. Entonces, ¿dónde está el problema? Como decía Martin Luther King: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”

Si tod*s nos reconocemos en el mundo de los afectos y las emociones como miembr*s de la misma especie, no solo reconociendo al “otro” sino, también, entendiendo que la relación enriquece a todo el conglomerado social, creando un espacio no solo de contacto sino de generación de una nueva realidad común, conseguiremos una relación sostenida a través del intercambio y el enriquecimiento mutuo. La interculturalidad se asienta en los principios de dignidad, igualdad y no-discriminación. Implica que las relaciones entre dos o más culturas se tejan de manera horizontal y equitativa. Para ello, debe existir el esfuerzo colectivo y consciente por desarrollar las potencialidades de personas y grupos que tienen diferencias culturales.

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Hagámoslo, hagamos un esfuerzo para dar la mejor acogida a estas personas, huyendo de tópicos y prejuicios infundados. Esto es lo que puede hacer de esta experiencia algo positivo para todos. No deberíamos olvidar, que hace poco fuimos los que con la maleta de cartón, nos lanzamos a la conquista de Europa. Desde mi condición de persona trabajadora de lo social en Emaús y conocedora de la tradición que nuestra entidad tiene de reconocedora y acogedora de diferentes y traumáticas (en la mayoría de los casos) experiencias migratorias, veo la necesidad de mayor reconocimiento, comprensión y tolerancia en nuestro entorno hacía los hábitos y costumbres de quienes, al igual que nos ocurrió a nosotros en muchos casos, tienen que salir de su país para ganarse la vida. Por ello, defiendo el concepto de las culturas abiertas. Las culturas cerradas no existen, están vivas y se forman por las influencias del exterior, en relación con otras culturas. Y esto, nos permite avanzar.

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Después de esta reflexión, os cuento la trama de la elaboración de una historia de vida de una de las personas que participa en uno de nuestros programas. Lo conocimos en Marzo de 2013. Ha pasado un tiempo y ha llegado el momento de que Dethoria nos contara su historia.

-Aproximadamente en Febrero de 2014 y dentro de las actividades de formación del programa ISLA (taller de documentales) a Pablo se le ocurrió hacer una entrevista a Dethoria. Quería conocer detalles acerca de su vida, cómo llegó a Donostia… Intuyendo la complejidad de la historia, solicita ayuda y plantea a Arantza poder recoger la historia juntos, teniendo en cuenta que le parecía difícil por el idioma poder hacerlo bien y quedan los Miércoles por la tarde para ello. Arantza recoge los apuntes por escrito y Pablo hace las preguntas de la entrevista. Una vez recogido el relato, Pablo da forma literaria al tema. Al ser intenso el relato, facilitamos el poder hacerlo con tiempo. El tema se ha alargado prácticamente un año.

Durante este proceso, tanto Arantza como Pablo, debido a la emoción del propio relato de vida, han tenido que parar en diferentes ocasiones, al comprobar la dureza de los hechos. Para los tres ha supuesto un trabajo importante a nivel emocional. Especialmente a Pablo le ha supuesto una revisión de la percepción de la historia de vida de una persona inmigrante, replanteándose su relación con ellos.

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Aprovechando el evento, a finales de Otoño del 2014, se hizo una comida en el centro elaborando algún plato típico del país natal de Dethoria (Congo), que disfrutaron todos los compañeros.

Finalmente, y como colofón se ha realizado una presentación del documento por parte de Dethoria a sus compañeros, en tres sesiones.  La presentación ha dado pie para que muchos de los participantes con experiencias migratorias hayan podido sentirse identificados con la historia de Dethoria, contando más experiencias personales en este sentido, finalizando con un almuerzo a primeros de Julio de este año.

 

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