Un caso real de simbiosis industrial, economía circular e innovación en Gipuzkoa
Se inicia un innovador proyecto piloto basado en la simbiosis industrial y la economía circular entre un productor de lavadoras turco, Arcelik, la red oficial de reparación de electrodomésticos, Saretéknica, la Fundación Matía y Emaús Fundación Social, en el marco del proyecto europeo CSERVES en el que participan, entre otros, Emaús y Arcelik. El proyecto tiene una vocación demostrativa y propone un patrón para que cualquier empresa o negocio usuario de este tipo de aparatos pueda minimizar su impacto medioambiental y al mismo tiempo, generar “empleo verde” para personas en riesgo de exclusión.
En un primer momento, el productor de lavadoras, en este caso Arcelik, produce aparatos con criterios de ecodiseño, más eficientes, con materiales reciclados…etc. y los instala en una organización que utiliza de forma intensiva estos aparatos, en el caso de este proyecto piloto, los centros de Fundación Matía. En lugar de comprarlos, utiliza un modelo de renting que conduce a un modelo de servitización, esto es, se trata de dejar de ser un mero vendedor solo de productos, para convertirse en una empresa que ofrece servicios a posteriori sobre dicho producto, como el mantenimiento y las reparaciones.
A medida que pasa el tiempo, Emaús con el apoyo de Sareteknika los repara y re-acondiona de forma que sigan siendo utilizados por la propia Fundación Matía o comprados por un usuario final en las tiendas de segunda mano de Emaús. De esta manera, alargamos al máximo el ciclo de vida del producto. Asimismo, cuando no se puedan recuperar Emaús derivará este aparato a un gestor final que reciclará al máximo los materiales de los que está hecho.
Una fórmula en la que diversos agentes en una relación de simbiosis en la que todas las partes se benefician, también las personas consumidoras, lo que se logra además es superar la fórmula de producir y consumir de manera lineal que resulta altamente insostenible. Con esta sencilla fórmula además, se acaba con la obsolescencia programada y se evitan emisiones de CO2 a la atmósfera, gas que contribuye al calentamiento y cambio climático, y se mejora la relación entre la empresa y la persona que consume.
No se puede obviar que la industria electrónica genera anualmente más de 40 millones de toneladas de residuos de aparatos eléctrico-electrónicos (RAEEs) y este tipo de residuos es el que más crece a nivel internacional. Los RAEEs pueden contener sustancias peligrosas, como el cadmio, mercurio, plomo, arsénico, fósforo, aceites peligrosos y gases que agotan la capa de ozono o que afectan al calentamiento global. Cuando reutilizamos un RAEE, por ejemplo un frigorífico, evitamos que 267 kg de CO2 sean emitidos a la atmósfera. Por tanto, en el caso del uso de los aparatos electrónicos, es imprescindible cuestionarse cómo alargar la vida de nuestros electrodomésticos y fomentar la reutilización. Una cuestión extensible a todo tipo de residuos.
Por otra parte, muchos productos no se pueden reparar porque han sido diseñados y fabricados desde el paradigma de la economía lineal, es decir, para ser comprados, usados, tirados y volver así nuevamente a comprar uno nuevo. De ahí que una cantidad ingente de productos, entre ellos y por citar algunos, los electrodomésticos, bombillas, aparatos electrónicos, etcétera, tienen unas expectativas de vida muy cortas.