ENREDÁNDO(NOS). Tejiendo comunidad desde Euskal Herria y Costa Rica

Sheila Padrones, técnica de Educación para la Transformación

Hay diferentes tipos de redes.
Existen redes de pesca, que se lanzan para que los peces que pasan cerca queden atrapados en ella…
Y existen redes de punto
Redes que inician con un nudo y van creciendo al tender hilos de distintos tamaños y colores, construyendo un tejido común.
Ese es el tipo de red que queremos construir.

Vivimos una situación excepcional. La crisis sanitaria provocada por la rápida expansión del COVID-19 ha puesto de manifiesto el papel fundamental que cumplen los cuidados en nuestras rutinas cotidianas. En un momento en el que, además, es especialmente peligroso acercarnos y tocarnos mutuamente. Sin embargo, y a pesar de lo difícil que es cuidarnos sin roce, sin caricias, sin besos, numerosas personas se han puesto al servicio de la comunidad demostrando que las redes de solidaridad existentes en la sociedad actual son más sólidas de lo que el sistema pretende hacernos ver y que afloran con más fuerza, precisamente, en los momentos más duros.

Personas que se han unido para ayudar, altruistamente, a otras personas más vulnerables. Y es que, aunque aparentemente los virus no entiendan de dinero ni de clase, las consecuencias de la pandemia se están cebando, como en otras tantas crisis, con quienes peores situaciones estaban viviendo ya antes de su llegada. Con las invisibles, aquellas personas que no quedan reflejadas en las fotografías sociales porque nos duele ver las duras condiciones de vida en las que sobreviven a los achaques del sistema. Mujeres, personas mayores, migrantes, cuidadoras y limpiadores, personas sin hogar, trabajadoras sin contrato, estudios ni papeles. Personas, sin embargo, imprescindibles para que la máquina funcione y se mantenga.

Por otro lado, las imágenes que nos están dejando estos primeros días de desescalada, esas calles abarrotadas de gente; las carreteras tomadas por las bicicletas; los paseos por zonas verdes que, aunque al lado de casa, nunca habíamos visitado; etc.;nos dan una postal inédita de nuestras ciudades, poniendo de manifiesto el derecho y la necesidad de disfrutar del entorno que nos rodea.

Todo ello nos ha dado qué pensar, sin duda. Nos ha hecho replantarnos cómo era la sociedad en la que vivíamos, pero también cómo queremos que sea esta nueva normalidad de la que ya se comienza a hablar.

En Emaús lo tenemos claro. Llevamos años trabajando a favor de la participación comunitaria, incidiendo en la necesidad de crear redes de colaboración, de consumir responsablemente para que tanto los productos y servicios adquiridos como las condiciones de vida de las personas que los producen sean respetuosos con el medioambiente. En los últimos años, conscientes de la creciente mercantilización de nuestras calles, hemos iniciado también una reflexión sobre el uso de los espacios públicos.

En este mismo blog informábamos, hace unos meses, del proceso realizado en Debagoiena para crear una guía colectiva de espacios públicos junto con la asociación Gu Haziak Gara; proceso que nos ha permitido reflexionar sobre lo público, lo gratuito y la manera en la que nos relacionamos al compartir espacios.

También contábamos cómo, junto con la iniciativa pedagógica Hik Hasi y con la colaboración de diversas empresas de Euskal Herria, hemos repartido material considerado desecho entre niños y niñas de educación infantil para que aprendan experimentando, para visibilizar la desmesurada generación de residuos y, efectivamente, para concienciar acerca de este problema y contribuir a su desaparición.

Y también dimos noticia de la elaboración colectiva de una guía de trueke, realizada junto con Guanared, la red de gestores culturales de Costa Rica, que contribuya al fomento de otro modelo económico y que permita revalorizar aquellos intercambios no monetarios que se dan más a menudo de lo que pensamos. Nada más hay que atender a las redes de solidaridad arriba mencionadas.

Estos tres procesos no han sido procesos aislados. Forman parte de la colaboración que desde Emaús hemos realizado en los dos últimos años con el Centro de Publicaciones y Estudios (CEP) Alforja de Costa Rica. Colaboración que se enmarca en un amplio proyecto que ha contado con el apoyo de la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo y que nos ha permitido enredar a sus protagonistas.

Si algo cabe destacar de este proceso es que todos los colectivos participantes han puesto en valor la fuerza del trabajo en red, la importancia de los cuidados y la necesidad de apostar por aquellos intercambios que sean responsables. Todos estos aspectos son valores fundamentales para la construcción de aquellas comunidades inclusivas con las que llevamos ya tiempo soñando.

Los tres colectivos que han compartido este proceso, en el que se ha contado, también, con la colaboración de la Fundación ADSIS, de Saretuz y del área de Inclusión Social de Emaús, aun ubicados en contextos diferentes, y alejados también en el espacio geográfico, cuentan con aspectos comunes. Todas ellas comparten en su base una apuesta por el consumo responsable y la inclusión social, base que enfocan a la creación colectiva de comunidades inclusivas. Por ello, nos parecía fundamental enredarlas, sistematizando las experiencias para tejer nudos que permitan compartir y ampliar nuestras redes y conocimientos. Y así, poder enfrentar conjuntamente los retos presentes y futuros.

Por ello, en este momento en el que transformar nuestras prácticas cotidianas es tan necesario, queremos compartir el resultado de este proceso para que, entre todas, podamos continuar tejiendo. Para que pongamos en valor diferentes formas de hacer. Para que, a partir de nuestros enredos, creemos un tejido social sólido donde no exista exclusión social, donde la corresponsabilidad sea la base.

En Emaús somos conscientes de que cambiar nuestras formas de hacer es una apuesta política. Y el nuevo contexto que se nos abre nos da la oportunidad para dar pequeños pasos en este sentido. Por ello, confiamos en que estos documentos nos den algunas pistas para tejer colectivamente esa nueva normalidad de la que hablamos. No olvidemos que normalidad viene de norma y es, precisamente, a través de la participación social como se deberían construir las normativas que regulen nuestras comunidades.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *